«Arte al final de la tierra: el límite del litoral como zona de ontología estética»

 

La presencia como insistencia y como bloque tectónico de des-territorio que revuelve el tranquilo des-ocultamiento de la tierra es lo que encontramos en la serie de José Delgado Periñán Migration coupé (2009-2016). ¿Qué sucede cuando podemos ser espectadores ante un teatro de cuerpos sin vida? Si Santiago Sierra ocultaba bajo la tierra a los trabajadores inmigrantes, ahora se nos obliga, como a espectadores privilegiados que han sido invitados a ocupar el palco de la visibilidad, a presenciar su muerte. Para ello José Delgado realiza con arena figuras de cadáveres en diversas zonas del litoral español, como Tenerife, Cádiz o Valencia. En nuestras playas, balnearios extrovertido del post-capitalismo, se celebra un final de la representación que coincide con la muerte de los actores. La película del espectáculo de la migración ha sido cortada, haciendo de la superficie de la tierra un fotograma final donde yacen y se disuelven los cuerpos. Aquella imagen de Heráclito jugando con los niños en la playa del devenir, del flujo y del tránsito, pasa ahora a ser la imagen de Heráclito observando el desastre de que lo quiere ser y perpetuarse como ser. El filósofo presocrático nada puede hacer sino constatar la muerte de Aylan Kurdi, el niño kurdo de tres años que apareció ahogado en la playa turca de Bodrum, y repensar el escándalo de un logos alógico y de una muerte técnica y onto-teológicamente programada. Porque, ¿qué puede ser la muerte del otro, cuando no hay otro? Eso muere. Así reza la máxima que convierte la costa en el anfiteatro del morir más tarde, y la playa en una zona de supervivencia y diferimiento de la muerte. En la arena del espectáculo se lleva a cabo una selección irreversible que constituye nuestro ser-en- el-mundo: o bien somos los contempladores del paisaje de Antony Gormley en obras como Another place (1997), seres-que- regresan y que realizan, gracias a las variaciones de la marea, tranquilos ejercicios de inmersión y salida a la superficie como cómodas abluciones de inmunidad, o bien somos los emigrantes de José Delgado que no pueden tomar distancia para con las cosas hasta configurarse como seres-que- no-regresan- jamás. Desde contextos actuales, la frase “ni por tierra ni por agua encontrarás el camino que conduce a los hiperbóreos”, cita de Píndaro que Nietzsche incluyó en las primeras páginas de El Anticristo, no revela sino la im-posibilidad radical de llegar hasta nosotros, los seres-que-pueden- llegar-a- todos-los- lugares, los planificadores y ejecutores aventajados de la différance espacial y temporal. Es posible seguir recurriendo a pensadores-poetas como Nietzsche, Hölderlin y Heidegger para plantear distorsiones interpretativas desde las que escribir, como si fuéramos inmovilistas experimentadores de sentido, un relato incorrecto de los márgenes. Encontraríamos que, desde virajes post-históricos y ante Migration coupé, la fórmula de la felicidad de Nietzsche, “un sí, un no, una línea recta, una meta” 40 , adquiere, bajo atmósferas geopolíticas de migración, una redefinición perversa, formulable en los siguientes términos: un sí (occidente-paraíso), un no (pobreza y guerra), una línea recta (huída y camino de migración), una meta (muerte o devolución). En la playa como campo de concentración construido por los que pueden frente a los que no pueden, los versos de Hölderlin citados y re-pensados por Heidegger,“allí donde está el peligro, crece también lo salvador” ofrecen la posibilidad de introducir, en su deriva pragmática, una inesperada ayuda humanitaria como demostración explícita de auto-gestión económica, propia de un ser-para- sí que premia, porque puede, a los que se arriesgaron demasiado. “Sólo un dios puede salvarnos”. ¿Existe un mayor amor al destino? El aletothopo de Sloterdijk como lugar de la verdad cumple en el litoral su des-velamiento como vertedero, donde la repetición de la muerte como apropiación técnica abona la tierra costera del estado del bienestar. “De tal manera, la différance, considerada en la perspectiva de la observación de Freud, no encubre únicamente, y ni siquiera en primer lugar, la ruptura con el presente absoluto (como modo del tiempo), sino, en principio y ante todo, el desfase en el espacio”. Pero el des-velamiento de la tierra como claro del ser ontológico-político es también definido por José Delgado como oportunidad debilitante. Cuando las esculturas de arena se disuelven, poco a poco, en el agua del mar, constatamos que nuestro teatro de la crueldad carece de fundamento, y que nuestra territorialidad, construida con la misma arena que las figuras de los inmigrantes es, en esencia, frágil. El paisaje confortable de la playa es ahora el lugar agujereado de una alter-ontología ante el cuerpo del otro. Y va a ser el lugar agujereado por la alteridad radical el que haga posible un des-velarse alternativo del ser. ¿Acaso el otro no abre un espaciamiento y una temporalización nueva?

 

Miguel Fernández Campón. Zaragoza, 2016.

Galería Adora Calvo

 

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